I.N.D.E.P.E.N.D.E.N.C.I.A.


Desde pequeña mi madre me decía: "Hija, has nacido tranquila, rebelde e independiente. Tranquila y rebelde porque después de romper aguas tardaste tanto en salir que los médicos tuvieron que usar los forces e independiente porque hasta la tarde del día siguiente estuviste sola, con las enfermeras, hasta que te trajeron a mis brazos". En aquella época no sabía si aquello era un cumplido. Yo lo aceptaba bien. Al menos sabía y sentía que podía valerme por mí misma en la vida. De hecho, casi nunca extrañaba cuando alguien me cogia en brazos, a medida que iba creciendo deje de pedir opinión sobre ciertos temas, me fui forjando una personalidad. Y cada vez retumbaban más aquellas palabras de mi madre, las cuales, ahora no son un cumplido, sino un defecto en mí, y aunque yo sigo pensando que esas cualidades son una virtud, cada día me estallán bombas diciendome que no lo son. Hoy, es uno de esos días. Esos días en el que la familia intenta seguir reteniendote, y tu tiras hacia el lado puesto intentando escapar, librarte de esos lazos que hay entre los padres y los hijos, esos lazos que hay que romper tarde o temprano. Los padres no quieren que se rompan, algunos hijos tampoco, otros los rompen por circunstancias de la vida antes de tiempo, en mi caso, ya se rompieron hace tiempo, solo que ellos no lo quieren reconocer. Aun no ven que soy demasiado independiente para seguir bajo lazos familiares, demasiado rebelde como para someterme a normas que no se ajustan a la personalidad que he labrado, demasiado tranquila para hacérselo ver. Nunca imaginé que las circunstancias de tu nacimiento marcaran tanto la personalidad de una persona. No sé si es casualidad o que tenía que ocurrir así. Pero, lo que sí sé, es que tal como describió mi madre: Soy una chica tranquila, rebelde e independiente.

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